El popular Peñón portuense se encuentra enclavado en las confluencias de la calle Mequínez, con el Paseo de Luis Lavaggi. Este emblema del casco portuense data de 1430, producto de la erupción del Volcán Taoro. En sus orígenes era una roca volcánica, incandescente, que se desplazó rodando por las laderas, hasta llegar a la costa, cerca del mar; posteriormente, se enfrió y solidificó.
Un religioso, procedente de Icod de los Vinos, subía con frecuencia a lo alto de la roca para orar, meditar y abstraerse del mundo terrenal, colocando una cruz verde en su cúspide.
En 1813, siendo Alcalde D. Luis de la Cruz, se construyó una escalinata lateral, una base o terraplén y una cruz. Este ornamento lo donó un rico, educado y religioso genovés, afincado en Puerto de la Cruz, llamado Luis Carlos Lavaggi. En 1855 se añadieron a la base otros elementos, como columnas y techo, dando lugar a un conjunto arquitectónico de mas porte: Templete. En los años 2002 – 2003 se ejecutaron obras de remodelación, colocando una cúpula de bronce y restaurando las escaleras.
Todo hito popular está lleno de leyendas y este no iba a ser la excepción; cuentan que el pirata “Cara perro” escondió un tesoro entre las grietas de la roca, el cual nunca pudo recuperar. También se dice que donde el fraile ponía la cruz crecían flores, las cuales se marchitaron cuando se recluyó en un monasterio y nunca más creció vegetación en esa zona; también ha sido atalaya de ajusticiamientos y actos populares. De esta manera pasó de ser una solitaria y costera roca, a constituirse en un símbolo de Puerto de la Cruz: El Peñón del Fraile.
Cerca de este enclave se encuentra el Campo de Fútbol El Peñón (desde el cual se pueden ver los partidos sin pasar por taquilla – todo un “palco de honor”), Playa Jardín, Playa de Punta Brava, la Plaza del Charco y el Puerto. Otro monumento que se encuentra en las cercanías es el Castillo o Fortaleza de San Felipe (1650), el cual ha sufrido varios periodos de ampliaciones y remodelaciones, a lo largo de su historia.
Hay mas relatos, creencias y mitos sobre esta roca, pero no hay base sólida en que fundamentarlos, por lo que los omitiremos.
PASADO, PRESENTE Y FUTURO DEL ESTADIO EL PEÑÓN Y LOS ELEMENTOS QUE HAN ACTUAD EN ÉL.
Vamos a desempolvar los archivos históricos del Estadio El Peñón y de los elementos que en todas las épocas que ha existido el futbol en esta ciudad han actuado defendiendo los colores de sus equipos favoritos, para recordad a aquellos que en lejanas épocas vistieron la elástica y a su vez cooperaron para quee un recinto destinado a vertedero de basuras, se convirtiera en el actual flamante Estadio El Peñón.
También estas líneas podrían servir para nuevas generaciones, desconocedoras de su fundación y que ignorando su origen, sacrificios y otros elementos surgidos en aquellos tiempos, lograron dar principios a esta obra donde en la actualidad se puede practicar este deporte ídolo de todos los tiempos.
Remontándonos al año 1920 (Fecha aproximada de sus comienzos) cuando en la práctica del fútbol no existían tácticas futbolísticas y solo se jugaba por amor a los colores que llevaban encima, cuando el futbolista se costeaba los ajuares deportivos, pagaba el calzado y amortizaba las locomociones en los desplazamientos a otras localidades donde iban a actuar, nació el que más tarde se llamaría Estadio El Peñón. Su nombre viene de la peña que en el lado este existe, conocida por el nombre del Peñón y que remata en el signo de la Cruz en memoria de aquel fraile que oró infinidad de veces en aquel lugar, invocando sus plegarias al altísimo, como remanso de sus soledades, ignorando que más tarde se iría a convertir los alrededores de su oratorio en reuniones de masas de todas las aficiones, tanto Portuense como de toda la isla.
Recodando su iniciación, vemos la cooperación de aquellos entusiastas de entonces en el afán de convertirlo en terreno practicable a aquellos escasos metros de terreno robados al mar, para nacer el pequeño rectángulo de 45m de largo por 32 de ancho y dar comienzo a corretear con el balón, dar realidad a lo que ellos llamaban fútbol. Nos brindaron hermosas tardes de emocionante fútbol los primeros iniciadores de la construcción del estadio los desaparecidos equipos: Puerto Cruz, Peñón y Martianez que fueron los tres conjuntos que rivalizaban sus supremacías de aquella época. No podemos olvidar sus componentes, figuras de antaño como Juán García “La pantera roja” como solían llamarlo sus incondicionales por sus magnificas intervenciones en la puerta del Puerto Cruz y que más tarde figuró en la plantilla del C.D. Tenerife de la capital. De este mismo club tuvimos a Gundemaro, Manolillo Hdez., Carmona, Juanele, Alfredo, Miguel Gómez, Pepusa y los extranjeros empleados de la extinguida firma comercial “Fyffes”.
Del Peñón recordaremos a Pinilla, Arceo, Guillermo, Canales, Galindo, Benjamín y otros no recordados por el tiempo ya transcurrido; y pasando al Martianez tenemos que mencionar a José María, alma y nervio del equipo, Paquillo “El Negro”, Periquita, Soruga, Juan Del Pino y otros, pasando mas tarde a engrosar los anteriores equipos citados. A todos estos, unos ya colocados en los sitios que Dios habrá destinado y otros conviviendo en la actualidad con sus sucesiones, se les debe mucho de este histórico Estadio El Peñón logrando sus primeros peninos, pero sin olvidar a los desaparecidos caballeros deportistas Aurelio López Mora y José Rguez y Rguez., ambos paladines rectores de los clubes Puerto Cruz y Peñón y que tanta parte activa tuvieron para mejor realidad de su empeño, pasado más contemporáneo, pero dentro de este pasado tenemos a estos magníficos equipos Puerto Cruz, continuador de aquel San Telmo y Juventud. Estos tres clubes fueron dignos continuadores de los ya desaparecidos en la época en la que militan brindándonos inolvidables tardes de suma emoción y color deportivo, principalmente los dos primeros citados, eternos rivales que fueron siempre y cuando saltaban al campo erapara “Sudarla camiseta” por afanarse en dejar bien puesto el pabellón de su equipo. A estos tres le debemos el nuevo estirón que sufrió el Estadio El Peñón consiguiendo una cancha de 90m de largo por 45m de ancho dimensiones que harían mejor la práctica del fútbol.
De este periodo recordaremos a los militantes más destacados para no cansar la atención del lector, tendríamos por el Puerto Cruz a: Matheu, Bernardo, Márquez, Padrón, J. Rguez. Moncho entre otros y por el San Telmo recordaremos al “Vitoriero”, Chaval, Parabán, Manco, Michel, Álvarez, Olegario, León Etc. Finalmente nos viene a la memoria por parte del Juventud: Francisco Ortiz, Pichá, Barretito y Agustín entre otros.
Continuando las narraciones de esta historia del estadio El Peñón y los elementos que han actuado en él por todas sus épocas, vamos llegando al moment5o cumbre de su historia, época que podríamos llamar de verdadera culminación del sueño ansiado por todos los aficionados Portuenses, época grande del fútbol del Puerto de la Cruz, época de la gran gala por haberse conseguido la meta añorada: Un buen recinto para la práctica del fútbol y un equipo en primera categoría regional. Antes de seguir por el fin daremos paso a esta época de oro del fútbol Portuense.
Extinguidos los equipos Puerto Cruz, San Telmo y Juventud por el año 1936 y parte del 37 surge la idea de la fusión de los dos primeros citados por sugerencias del incansable Sr. Pérez Noda, que puesto al habla con el que suscribe y por entonces, el primero regía los destinos del Puerto Cruz y un servidor la secretaría del San Telmo, nació el flamante Unión Portuense, cuyas primeras reuniones se efectuaron en mi domicilio, contando la dicha de que tan prestigioso club naciera en mi casa, bajo mi mismo techo y por el que me desviví en cooperar para su mejor florecimiento en bien de toda la enorme masa de aficionados que los seguíamos.
Constituida la junta Directiva, presidida por el citado D. Pedro Pérez Noda y como secretario el firmante, comenzamos nuestra lucha secundados por los demás componentes de la junta a hacer realidad, lo que antes, en años pretéritos nuestros antecesores pusieron la primera piedra. Se hizo del Estadio El Peñón lo imposible, se movilizó a casi toda la afición para que cooperara en la obra. No podemos olvidar a los que jugaron en una parte muy activaa los Señores: Don Lorenzo Hernández y Hernández y Don Julio Cruz González, almas vivientes de nuestro empeño.
En poco tiempo logramos el mejoramiento del recinto, parte importantísima para poder garantizar las recaudaciones en los encuentros, se alargó más la cancha de juego lográndose las dimensiones 103m de largo por 60m de ancho medidas máximas para la práctica del fútbol. Durante todo este proceso de obras surge lo grande de nuestra historia comentada, el ascenso a primera Regional del Unión Portuense después de batir a tres encuentros con el no menos histórico Real Unión de Tenerife y por el que siempre he guardado mis simpatías, ayer, hoy y mañana. Fiesta mayor en el Pueblo el día del ascenso, música en las calles, jugadores a hombros por sus seguidores y banquete en el Hotel Marquesa.
Después de tanta alegría nos vienen las complicaciones por destinos de las reglamentaciones Federativas, vallado del terreno de juego, casetas vestuarios para jugadores y árbitros y otros elementos imprescindibles para militar en la tan ansiada primera categoría. Todas estas dificultades de última hora no fueron mella para nuestro ánimo y en el tiempo record, imposible de creerse (25 días) se levantaron casetas para jugadores y árbitros – botiquín, vallado y cuarto que exigía la reglamentación en estos casos. No se pueden seguir recordando tiempos pasados si hacer un nuevo paréntesis para agradecer a Don Pedro Pérez Noda este último esfuerzo, sin él tal vez no hubiésemos hecho nada, sus ánimos y su gran optimismo, sus arengas a los trabajadores, fueron inyecciones tan vigorosas que se hizo realidad lo que en un principio nos parecía casi imposible.
Los lazos del destino nos privo de poder ser continuadores de nuestra obra. Fuimos depuestos de nuestros cargos dejando el puesto a otros compañeros con la obra bien cimentada, campo de fútbol y buen equipo que tanta gloria nos deparo en el transcurso de su vida pero… La mala estrella se ciñó en nuestro Unión Portuense y desapareció como nombre naciendo el C.D. Norte (Cosa que nunca se debió hacer) y solo tuvo una leve vida, como una estela que se esfuma para siempre y con él todos nuestros esfuerzos, nuestros anhelos de toda la vida y su categoría para no volver a recuperarla jamás y por fin… Se borro su nombre el cual nunca debió haber nacido.
Llegamos al final de esta historia, el presente y futuro del Estadio El Peñón y sus actuantes en su transcurso de vida.
Con la desaparición del C.D. Norte murió toda la afición a este bello deporte en el Puerto de la Cruz, llegando el momento que casi no se recordaba que tal deporte existió, pero este olvido fue tan solo una hoguera que se apagó pero quedando sus cenizas en el rescoldo, sin extinguirse, esperando a quienes las reavivara y esa persona surgió, nació un nuevo Pedro Pérez Noda , Santiago Rguez., C ayetano Martín, Adolfo Rguez., Alfredo García etc. Nació nuestro continuador, nuestro vivificador del deporte Portuense, recayendo en la persona del incansable D. Roberto Hdez. Illada. Este magnífico deportista de nuestros tiempos fue el encargado de rehacer el fútbol en el Puerto de la Cruz, y a él y nada más que a él, se le debe el volver por sus cauces las grandes masas de aficionados con que hoy cuenta el C.D. Puerto Cruz.
Recordamos sus iniciaciones con sus “Piratas”, equipo de sus amores, él perfiló nuestra época con sus mayores esfuerzos, logrando un buen conjunto admirado por los de casa y extraños y a él porque no también el Estadio El Peñón en su día le deberá la totalidad de su obra puesto que actualmente este secundado por la junta Directiva que rige los destinos del C.D. Puerto Cruz. La culminación de esta gran obra se financio única y exclusivamente con las recaudaciones de los encuentros celebrados en esta ciudad y varias aportaciones de varios aficionados que sienten el deporte favorito de todos los tiempos dentro de sus venas.
He aquí su historia, sus bondades y sin sabores del estadio El Peñón y sus actuantes de todas las épocas, terreno decano de todos los hoy existentes en la Isla de Tenerife, por su perseverancia desde su iniciación y por sus históricos encuentros que en él se han competido. Pido excusa a aquellas personas que hayan tomado parte activa en el mismo y sus asociaciones y que por olvido habré dejado de reseñar y solo me resta desear al Club Deportivo Puerto Cruz que sepa corresponder a aquellos que ya en épocas muy lejanas comenzaron a dejar el pabellón de esta ciudad muy alto, para que sean dignos continuadores del espectáculo número uno por su arrastre de masas de toda España y del Mundo entero.
D. Santiago Rodriguez.
El Club Deportivo Puerto Cruz se reorganizó en el año 1957, en una fusión entre los dos club juveniles entonces en competición; CD. Once Piratas y Unión Portuense. Participa por primera vez en una competición oficial, allá por la temporada 1957-58. No hay duda de que es una fecha significativa que no puede pasarse por alto, superficialmente, en la trayectoria de la entidad.
Esta es la apresurada síntesis, con testimonios, gráficas, reproducciones; títulos y resultados. Está hecha con el cariño de quienes han seguido la trayectoria de un club señor, rico en exquisiteces balompédicas, en hombres capaces, en gestas inolvidables. Con cariño y con ilusión de contribuir al éxito de tan importante celebración. Por lo que respecta a su estancia en Segunda categoría, hay que consignar que fue Subcampeón de la Copa» Federación» en la temporada 1957-58. En la siguiente, fue subcampeón del grupo norte y campeón nuevamente de la Copa» Federación», disputada conjuntamente por los clubes de Primera y Segunda, Finalmente, en 1959-60 fue campeón absoluto tras superar al de la zona «Capital-Laguna» y lograr el ascenso el 17 de Abril de 1960.
Una de la importante competición en la que ha participado es el Campeonato de España de Aficionados. No con muy buena fortuna, precisamente, pues en la primera oportunidad, temporada 1969-70, caería eliminado ante el San Antonio, de Las Palmas por el doble valor del gol en campo contrario (2-0 y 4-2, respectivamente). En la segunda, en el ejercicio siguiente, hubo de vérselas con el potente Real Madrid, antes el que hubo de inclinarse. Y por último, ya en 1978-79, después de superar y desquitarse ante el equipo grancanario del San Antonio en fa eliminatoria previa, cedió ante la UD. Puzol de Valencia.
Llegamos a los años 70, en los que .hay una sensible baja que lamentar: la del jugador Agustín, cuyo fallecimiento fue muy sentido en todos los círculos futbolísticos de la provincia. Fueron unos años de muchos altibajos: junto a acontecimientos francamente gratos, se registraron otros verdaderamente desdichados.
Habría que hablar de una marcada irregularidad en los campeonatos de Liga, ya de categoría Preferente, por una reestructuración. Sin embargo, hay más Fortuna en la última de las ligas Interregionales disputadas, ganadas brillantemente y en la conquista de varias competiciones coperas.
Se produce asimismo un resurgimiento de la cantera después de varios años de marginación y olvido; en tanto que algunos jugadores pertenecientes al club son solicitados por otros de categoría superior, principalmente el Tenerife.
La retirada de Del Pino -Toda una institución en el fútbol regional-, la disputa de algunos encuentros internacionales y la misma presencia en el veraniego «Trofeo Teide» son otros hechos destacados en la ejecutoria de la entidad que alcanza su máxima cota deportiva al meterse en el pelotón de equipos ascensores a la Tercera División.
Entre esos acontecimientos, parece obligado referirse a la pujanza recobrada por el fútbol de base en esta localidad. Lástima que las circunstancias hayan impedido una continuidad de esa línea. Los «Canteristas», en efecto, se lamentarán de que volviera a perderse la brújula que tan claramente orientó el camino en 1973, como lo prueba el éxito en la Liga inter regional. Salvador Gorda escribía en «la Tarde» (8.1V.1973): «…Aquellas inclusiones aisladas en las que muy pocos confiaron, pero que ahora no tienen más remedio que reconocer su insustituibilidad fueron preludio de esta plena confianza que ahora se deposita en los juveniles portuenses, los cuales dan el salto al primer equipo con la facilidad que podrían practicar, digamos, el de longitud… «.
Pero, como se ha dicho no hubo continuidad, si bien es cierto que en los años posteriores la presencia de jugadores nacidos en la localidad ha sido como una constante que se pudo aprovechar mejor, no nos engañemos, de haber contado con la debida planificación y de haber tenido la necesaria comprensión por parte de todos. Hacia quienes llegaron al primer equipo.
En esas coordenadas, C.D. Puerto Cruz ha seguido siendo un equipo respetado, un equipo que ha procurado batirse en todo los frentes con el decoro y la superación que marcan su propio historial. La prueba está en que ha ganado, además de la «liguilla» citada, dos copas de Canarias, una «Rodríguez López» y hasta un «Trofeo Teide”.
Hasta llegar a nuestros días, en los que permanece en la 1ª Interinsular, reivindicando aspiraciones, manteniendo el interés de socios y simpatizantes y representando a la ciudad con el prestigio que ella se merece.
El autor subrayaba a continuación las dificultades con que el club iba a encontrarse, principalmente de tipo económico, al tener que afrontar los gastos de desplazamiento a la zona Capital-Laguna. En consecuencia, pedía comprensión al máximo organismo futbolístico, en aras «Del engrandecimiento del fútbol insular y del resurgimiento del maltrecho balompié norteño».
Lo cierto es que el handicap económico se superó merced a la desinteresada ficha de los jugadores, «pues todos se ofrecieron gratis y sin condiciones para salvar el fútbol portuense, en trance de desaparecer», según apunta José Hernández Torres en una crónica publicada en abril del 58 en el desaparecido órgano de información turística «la voz de la isla». El gesto era resaltado en la entusiasta pluma del autor: «Están escribiendo la mejor lección de fútbol y en la que cada uno da lo que tiene, sin pedir nada, sin pasar factura”.
El periodista portuense, el amigo Juan Cruz Ruiz, escribía que; Salvador García era un joven de pantalón corto que se le acercó a los futbolines y le dijo que él quería escribir de fútbol, deporte del que Juan informaba en «Aire Libre». Lo llegó a hacer tan bien que pronto parecía un niño mayor con una pluma en la mano. Ahora es tan famoso por las ondas y por la escritura que ya posee categoría para mirar atrás sin ira, y se ha vuelto hacía mí y me ha dicho, a la inversa, la conversación de entonces. Me ha pedido que escriba de fútbol, y ha querido que yo, que ya tengo más años que él -cuando somos niños casi todos tenemos la misma edad-, le escriba de fútbol. Su propuesta de aquellos años era más amplia: él quería, simplemente, escribir de fútbol. A mí me pide que escriba de aquella época del fútbol. Me pide que hable del C.D. Puerto Cruz. Y yo confieso que nunca he sido muy patriota de mi tierra chica, porque creo que en un deporte que mueve tanto dinero y asegura tantos manejos, es difícil construir los idealismos que conforman el verbo patriótico. Pero no niego que para mí el recuerdo del C.D. Puerto Cruz, aquel equipo que en mi infancia y adolescencia arrebata a pares títulos, vestido de blanco, bien alineado, una especie de empresa bien engrasada que había nacido para golear al Silense o, por lo menos, para batir al Real Unión y disputarle la capitalidad futbolística de Canarias al Las Palmas Aficionado, es un recuerdo imborrable que me trae, sobre todo, olores y sabor de ruido. El ruido de aquellos balones bombeados sobre «El Peñón», el graderío furtivo de los portuenses sabios, lanzados por Del Pino, el Di Stéfano que no podía vivir sin Pagés
o el olor que Antonio administraba, en sustitución de Venancio, de manera sabia pero profusa. Es también recuerdo del éxito, y es también sabor de la tertulia que en la plaza del Charco decidía qué ritmo debía seguir cada equipo, qué fortuna le aguardaba a tal jugador o qué vicios inconfesables -la afición del Puerto solía ser intolerable en su moral- padecía tal entrenador. Es, asimismo, noticia de los ruidos: yo. Oí’. Un partido Puerto Cruz-Silense desde una huerta cercana, y no pude verlo porque no había entradas. Pero el fútbol siempre ha sido un reflejo de la eficacia de los sonidos, y se sabía cuándo había despejado Donato o cuándo el disparo final, el que producía el jolgorio, era de Tito Del Pino. Los cabezazos, secos, rotundos, solían ser de Pagés. Ahora esos ruidos yesos olores cumplen años. No puedo negarme a lo que Salvador me pide: escribir de aquel Fútbol Pero para mí, el fútbol es ruido, furia, sonido: el olor de la distancia amortiguado por la presencia inmensa del mar.
El asenso en dos tiempos En la temporada 1959-60, el C.D. Puerto Cruz se proclamó campeón absoluto de Segunda categoría y lograba el ascenso a la inmediata superior, por aquel entonces la máxima, en el contexto de las competiciones regionales. Primero lo fue de su zona, enfrentándose luego al Estrella, primer clasificado de la. ‘Capital Laguna», al que venció en las dos confrontaciones.
Pero hay que ir por partes porque si a algún acontecimiento hay que referirse de forma obligada en esta sinopsis histórica, es aquel Puerto Cruz-Silense del último día de febrero de 1960. Un duelo en la cumbre: dos colosos frente a frente. Los puntos en litigio eran decisivos para la suerte final del carpeonato. El representante de Los Silos había vencido en el encuentro de la primera vuelta y para los portuenses, el triunfo era imprescindible si querían entonar el alirón.
La expectación, cuentan las crónicas, fue desbordante. Hacía muchísimo tiempo que un partido de fútbol regional no despertaba tamaño interés. Basta remitirse a los testimonios de la época. Así, por ejemplo, Santiago Rodríguez, en una crónica publicada en «La Tarde «(25.11.60), escribía: «…En todo el Valle no se habla de otra cosa, siendo de sentir que el que asimismo, en su día, será hermoso escenario deportivo del norte de la isla, no pueda albergar a los aficionados, y hasta a los no aficionados que ese día se desplazarán a la población tinerfeña turística por excelencia, para disfrutar de tan emotivo acontecimiento…”.
La prensa de entonces, en efecto, se ocupó generosamente de la decisiva contienda. Para «Aire Libre», el pronóstico era difícil. .. Aunque nos inclinamos por un buen resultado del conjunto local, por dos factores a su haber: campo y afición… El Silense, más combativo; el Puerto Cruz, con más técnica de juego».
Y «Jornada Deportiva», en entrevistas de Álvaro Castañeda, recogía opiniones de ambas partes. La de Vicente Hernández Coronado, entrenador del Silense, llegaría a ser muy comentada: «Espero que en «El Peñón» no se nos apague la luz que va señalándonos el camino del título”.
Llegó la fecha señalada. Aquel 28 de febrero, domingo, sigue siendo muy recordado por toda la afición portuense. Fue una jornada gloriosa para el fútbol local. El ambiente era inenarrable. La prueba está en las fotografías tomadas antes y durante el encuentro. «El Peñón» estaba rebosante con notoria antelación a la hora del comienzo. Chicos y grandes. Mujeres y ancianos. Nadie quería perderse el choque decisivo. Ganó Puerto Cruz, claro. Se impuso (2-0) en un choque que resultó, por encima de todo, emocionante. Arbitró Calvo. Y es de justicia recordar a los protagonistas de aquella inolvidable tarde fútbolística. Jugaron: Puerto Cruz: Tito; Alberto, Galindo, Elfidio, Berto, Arturo; Germán, Soriano, Pagés, Del Pino y Vicente. Silense: Manolo; Mederos, Ninín, Moro; Lorenzo, Andrés; Monolito, Enrique, Juanito, Gilberto y Jacinto.
Álvaro Castañeda, escribió lo crónico de «Aire libre». Consigno el hecho de que o lo uno de Ia tarde fueron abiertos los puertos del campo poro mayor comodidad de lo riada humano, unos seis mil personas, según los cálculos. Ello nos dio idea del ambiente vivido en aquello confrontación que, según el testimonio del periodista, no fue un dechado de virtudes futbolísticos yo que, los nervios, lógicamente, hicieron preso en los veintidós jugadores”.
«El Puerto Cruz, con mayor rapidez y técnico, venció al Silense», era el título de aquello reseño en lo que se reflejaban los méritos del equipo local, sin dejar de reconocer que el rival no le había acompañado lo suerte en varios ocasiones. En lo primero minutos, había marcado Vicente, recogiendo un rechace de lo defensa tras disparo de Soriano. En el segundo tiempo, cuando restaban once minutos, el propio Vicente habilitó a Del Pino para que éste rubricase el tanteo.
«El público prorrumpió en grandes ovaciones -decía lo crónico de «Aire libre» – y fueron disparados gran cantidad de cohetes que retumbaron en el ambiente como un eco o esto victoria del Puerto Cruz, elaborado por un mejor sentido táctico, por uno mayor rapidez y clase en sus jugadores, y también por lo decisión de sus delanteros en lo hora del gol».
Por su parte, Labrador, en, ‘La Tarde», dedicó un cariñoso comentario o Roberto Hernández y Santiago. Rodríguez, «con quienes la afición tinerfeña y los organismos Deportivos contrajeron ayer una deuda». La importancia de la victoria quedaba resumida así: «…EI triunfo más completo para un partido en el que se necesitaba espacio para acomodar al público que en masa ingente anunciaba. Su presencia, en el que había de poner de relieve la mayoría de edad de un club y en el que precisaban equipo para anotarse la victoria, supieron. Impregnar a Ramón Mesa, entrenador entusiasta, para que aquélla no pudiera escaparse…».
Remitiéndonos otra vez a «Aire Libre», un artículo firmado por Mínguez describe el ambiente antes y después del encuentro, el enorme júbilo con que se vivió aquella jornada, destacando la impresión que le había causado el remozado campo de «El Peñón», ampliado y modernizado, con nuevos graderías y cancha en perfectas condiciones, obra de todo un pueblo, acometida desde todas las colaboraciones de sus hijos hasta hacer realidad una instalación que fue orgullo de la ciudad.
El segundo tiempo de este ascenso vendría dado en forma de una confrontación a doble encuentro con el Estrella, campeón del otro grupo. El equipo portuense estaba lanzado y se impuso en los dos cotejos.- Primero en la vieja «Manzanilla», con gol de Cuco (33 minutos), exhibiendo buen fútbol de conjunto, según apreció Paladín en su cróniea de «Aire Libre» .
En el partido de vuelta, repitió triunfo esta vez (2-1), con ambiente que hizo recordar el del encuentro contra el Silense. «Aire Libre» (18.IV.60), titulaba la crónica del choque de la siguiente manera:»Sigue de moda: El Puerto Cruz, a la sombra del Peñón, ganó el ascenso a la Primera Categoría». Iba firmada por José Hernández Torres y de ella entresacamos estos párrafos: «…Fue un partido muy competido, con dominio casi constante y sensible del local, salvo en el último cuarto de hora, en el que el Estrella dio pinceladas de bastante emoción por su acoso que se tradujo en situaciones de peligro ante el marco del Puerto… Una nota predominante y que con gusto resaltamos: la gran deportividad que imperó en los noventa minutos de juego… Al final, los aficionados locales se lanzaron al campo para alzar en hombros a sus jugadores. Pero antes, los muchachos del Estrella, en un gesto muy de agradecer, felicitaron cordialmente sus vencedores, mientras en el aire atronaban los cohetes y las tracas”.
Vicente (4 minutos), rematando un buen pase de Soriano, y Del Pino (10 minutos), culminando una acción de toda la delantera, obtuvieron los goles de aquella jornada, arbitrada por Severiano Jorge y que tuvo en el Puerto Cruz a los siguientes protagonistas: Tito; Elfidio, Galindo, Alberto; Artuto, Berto; Vicente, Del Pino, Pagés, Soriano y Germán.
Es de justicia consignar los nombres de quienes integraron la plantilla de jugadores que intervinieron en aquella temporada rubricada con el ascenso de categoría. Eran los siguientes: Saturnino M. Rodríguez Mesa, Gutiliano Álvarez González, Vicente Álvarez Castro, Alberto Hernández lIIada, Tomás Galindo. Ríos, Elfidio García Alonso, Adalberto Arbelo González, Arturo Real Lorenzo, Germán Espinosa Córdoba, Antonio Soriano Rodríguez, Rubéns Cabrera Delgado, Andrés Pagés Turrumbull, Segismundo Del Pino Real, Felipe Padrón Jordán, Vicente león Torres, Maximino Bello Maldonado, Andrés Pérez González, José Francisco Hernández Rodríguez y José Ramón Rodríguez González. Como entrenador, Ramón Mesa Fariña. Masajista: Venancio Martín Rodríguez.
Se había logrado el ascenso. Se disponía de una moderna instalación. Se había rescatado a la afición. El fútbol portuense había logrado volver a colocarse en su justo lugar. El esfuerzo había sido grande y la aportación de todos resultó decisiva.
Una persona muy querida y recordada, infatigable colaborador de publicaciones y emisoras, impenitente seguidor del equipo portuense, hablaba, pasada la euforia de las conquistas sobre la cancha, de misión cumplida. Nos estamos refiriendo a Santiago Rodríguez que con ese título insertaba en «Aire libre» (4.VI1.60) un comentario que reproducimos íntegramente para rubricar este artículo dedicado al ascenso. Deda: Los años dorados, En la década de los 60, Puerto Cruz conoce sus horas gloriosas. Tres años después del ascenso, alcanza su primer título en la que por entonces era la máxima categoría del fútbol regional. El equipo era respetado allí donde iba, siempre acompañado de una fiel afición que fue baluarte importante en muchas conquistas. Se había conservado, además, el esqueleto de un conjunto que se caracterizó por la calidad de fútbol que imprimía en casi todas sus intervenciones. Claro que el paso de los años determinó la retirada de muchos de sus jugadores, de manera que mediada la «década, cambió sustancialmente la filosofía de la entidad que empezó a nutrirse de jugadores de otras localidades, un poco en competencia con otros clubes que encarecieron un mercado inusitado con el paso de los años.
Hay que hacer mención de temporadas ciertamente completas, como fue la 1963-64 y la 1966-67, cuando el equipo fue conocido por» el 6 de copas», al ser éste el número de trofeos ganados; exhibidos, por cierto, para general admiración, en unos populares almacenes de la localidad.
Lo más importante es que Puerto Cruz no desentonó lo más mínimo con esas nuevas pautas que, pese a todo, tenían la cruz o et lado amargo del olvido de la cantera. No sólo no desentonó sino que llegó a reunir las plantillas más completas
de toda su historia, como se reflejaría luego en las canchas, particularmente durante la segunda mitad de los años sesenta, cuando su poderío fue notorio.
Al que se puso brillante rúbrica, por cierto, con la participación -primera de un representante tinerfeño- en el Campeonato de España de Aficionados. Sin suerte, todo hay que decirlo, porque en la primera oportunidad, temporada 1969-70, cayó ante el San Antonio de Las Palmas por el doble valor de los goles en campo contrario; y en la segunda, al siguiente ciclo, hubo de corresponderle en suerte el equipo amateur del Real Madrid. El encuentro de vuelta ante los madridistas se jugó en el «Santiago Bernabeu», donde los portuenses se inclinaron (4- 1) después de perder también en «El Peñón» (1-2).
Prueba clara es el título de campeón provincial de Primera categoría, acaparado durante tres temporadas consecutivas. Pero también habría que consignar el éxito de otras competiciones y a todas les otorgamos el mismo valor, de ahí que no se hagan distingos en cuanto a nombres y protagonistas en este capítulo. Todos los presidentes, todos los entrenadores, todos los futbolistas, todos los aficionados pusieron de su parte lo necesario para que el club fuera admirado y respetado, para que su ejecutoria resultara brillante durante este período de tiempo.
Bruno Juan Álvarez Abreu